Tengo la costumbre, creo que buena, de escuchar mucha radio. A veces música, otras noticias, muchas Aragón Radio y también deporte. En una emisora deportiva, poco antes de las tres de la tarde escuché como el presentador le dedicaba unos segundos a un oyente, de Zaragoza.
Iba yo en el coche y me quedé helado. Me invadió la rabia y me dije a mí mismo que yo , como profesional que soy, jamás actuaré así. Si trabajas en la radio y abres los teléfonos o pides que te envíen mensajes, corres el riesgo de que alguno no te guste. Es pura estadística. Algunos van contra lo que dices, otros contra lo que haces y otros son por fastidiar o para ver si sus mensajes son leídos en antena. A veces el oyente es el priemro en perder el respeto. Pero desde el momento que éste no puede defenderse, el profesional pierde esta cualidad.
Puedes pensar que es un "gilipollas", igual que el oyente también lo piense del locutor, pero en ningún caso puedes rebajarte, aunque él lo haya hecho antes. Todo veía a colación del "interés general" de los partidos de fútbol. El oyente, seguramente desconocía el artículo 4 de la ley que hace referencia a ese interés general para el televidente. Su pecado fue utilizar "a ver si os eneráis...". El oyente pecó de prepotente. Pero el presentador de chulo. La chulería le restó toda credibilidad. Seguramente tuvo tiempo de que le prepararan el famoso artículo y pudiera regodearse de él. Sin duda muy poco profesional.
El caso que hay cosas que se pueden evitar. Porque yo, como oyente, sí que creo que aquel personaje sí que es un g... He dicho.
jueves, 23 de julio de 2009
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